Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

lunes, 22 de septiembre de 2014

Buenas razones

Seguro que los psicólogos han puesto nombre a la maravillosa capacidad de la mente humana para, ante cualquier conflicto o disputa, elaborar convincentes razones que demuestran que lo más justo y conveniente para todos es, qué casualidad, justo lo que más nos conviene a nosotros.

En mis tiempos de interino, cuando era el último mono en los departamentos de Matemáticas, y me quedaba con los grupos que nadie había querido (los más difíciles), mi mente desarrolló la teoría de la experiencia. Según esta teoría, las autoridades educativas deberían obligar a los profesores con más experiencia, y se supone más valía, a dar clase en los grupos con más dificultades, al tiempo que los profesores novatos iban adquiriendo habilidades docentes con los grupos más fáciles, donde se concentran los buenos estudiantes. Al fin y al cabo un buen estudiante aprende a pesar de su profesor. En cambio un chaval con carencias (cognitivas, familiares, sociales... hay de tantos tipos) necesita más la ayuda de un buen profesional para salir adelante. Un mal profesor hace más daño a un mal estudiante que a uno bueno. Y a la inversa. Un buen profesor hace más bien a un mal estudiante que a uno bueno. En ningún hospital asignarían los pacientes más complicados a un médico recién licenciado y sin experiencia. Creo que sólo compartí esta teoría con un amigo, interino también, que me dio completamente la razón.

Ahora que comienza mi duodécimo curso como profesor, el octavo como funcionario de carrera y el quinto en mi actual centro, manejo otras teorías. Igualmente convincentes. Antes de desgranarlas debo aclarar que trabajo en un instituto calificado "de especial dificultad" por la Consejería de Educación. Muchos de nuestros alumnos, sobre todo en los primeros cursos de la ESO, padecen graves problemas familiares, socioeconómicos o de exclusión social. He trabajado en siete institutos antes que este y en ninguno encontré la cantidad y diversidad de chavales con problemas graves que hay aquí. Un ejemplo cualquiera del año pasado, en 1º ESO:
- ¿Por qué no viniste ayer a clase?
- Porque fuimos a recoger a mi padre, que salía de la cárcel.
Aquí conté cómo me fue con uno de estos grupos en mi primer año. Ahora la situación es peor porque hay menos profesores de apoyo y los pocos que hay se tienen que repartir entre más alumnos ya que han abierto una línea más (hemos pasado de 75 a 100 alumnos en esos niveles). Eso sin contar con que la crisis ha empeorado la de por sí precaria situación en que se encuentran las familias de estos alumnos.
Así la cosa, este año a la hora de repartirnos los grupos y ver que los más difíciles recaían en los profesores recién llegados, Pepito Grillo vino a recordarme la teoría de la experiencia. Y otra parte de mi mente tardó apenas un par de minutos en  pergeñar una réplica convincente.


Argumento nº 1 o Teoría de la excepcionalidad. Según este argumento, la teoría de la experiencia es válida únicamente en centros educativos convencionales, con alumnos convencionales que responden a estímulos convencionales. ¿De qué me sirven mis años de experiencia cuando entro en una clase de 1º ESO con 18 o 19 alumnos, la mitad de los cuales no se saben las tablas de multiplicar y prácticamente ninguno es capaz de comprender un texto sencillo? Eso por no hablar de la falta de cualquier tipo de hábito que facilite el aprendizaje. ¿De qué me sirven mis años enseñando Matemáticas si el único objetivo factible en el aula es que los alumnos se mantengan sentados y sin pelearse?

Argumento nº 2 o Teoría de la personalidad. A veces es posible tener éxito con estos grupos, crear un clima de trabajo en clase y hacer que los alumnos progresen. Yo me siento satisfecho de lo que conseguimos hace cuatro años en 2º B o el año pasado en el PCPI. Pero, a diferencia de los grupos convencionales, con este tipo de alumnado tener éxito con un grupo no es garantía de que lo vayas a tener con otro de similares características. Hay que empezar siempre de cero, sin mapa ni brújula.
Escribió Tolstoi que todas las familias felices se parecen entre sí; mientras que las infelices son desgraciadas en su propia manera. Algo parecido sucede en la escuela. Los grupos de alumnos convencionales son muy parecidos entre sí. Las actividades y la metodología que funciona en un grupo convencional de 3º ESO, suelen funcionar igualmente bien en cualquier otro grupo (convencional) de 3º ESO. Es por ello que en este tipo de grupos puedes planificar el trabajo con ciertas garantías e ir perfeccionando el proceso incorporando los hallazgos que suceden cada año.
En cambio, los hallazgos y los éxitos en grupos con alumnos difíciles no los puedes incorporar a tu bagaje personal, puesto que esa actividad, esa manera de trabajar que funcionó con aquel grupo no va a funcionar con ninguno otro. Proponer a los alumnos de 2º ESO que compongan un rap para aprenderse la lección funcionó en 2º B hace cuatro años, pero no se me ocurriría plantearlo en otro grupo. No al menos, hasta ganarme su confianza y diría que su afecto, que es la clave del éxito con estos alumnos. Y ahora llegamos al quid de la teoría de la personalidad: hay profesores que por su carácter, por su carisma e incluso por su físico conectan mejor con estos alumnos que otros. Yo he visto a compañeros resolver una situación conflictiva y desagradable con una broma o soltando una barbaridad. Y los alumnos, gallitos ellos, venirse abajo ante la broma o el improperio. Pero para que esto dé resultado uno debe poseer la gracia de soltar la broma o la barbaridad adecuada y el carisma y la ascendencia sobre los alumnos para que estos la acepten y la acaten. Y no todos poseemos esa gracia. Es más, diría que muy pocos la poseen.
No es cuestión de ser mejor o peor profesional sino de tener determinado carácter y porte. Por esto mismo las mujeres tienen más dificultades a la hora de ganarse a estos grupos que los hombres. Son alumnos (y alumnas) extremadamente machistas y no aceptan de buen grado que una tía venga a decirles lo que tienen que hacer. Vamos, faltaría más. A ellos.

Conclusión de las dos teorías anteriores: la Consejería de Educación debería seleccionar personal especializado en trabajar con estos grupos. Profesionales que tengan la personalidad, la formación y la vocación necesaria para atender bien a estos alumnos. Volviendo a la metáfora del hospital. No es concebible que a un pediatra lo pongan de buenas a primeras a atender urgencias de traumatología.

Bueno, vale - consiente Pepito Grillo -. Me has demostrado que los profesores recién llegados no están, a priori, menos capacitados que tú para impartir clase en los grupos más difíciles. Ninguno estáis suficientemente preparados porque no es vuestra especialidad, depende del carácter de cada cual, etc, etc. ¿Pero no deberías quedarte tú con alguno de estos cursos? Al fin y al cabo, a igualdad de incompetencia, tú ya conoces el centro y has tenido trato con muchos de estos alumnos. ¿No supone esto una ventaja?
Rápidamente mi mente se saca de la manga el argumento nº 3 o Teoría de la ilusión.


En una actividad como la enseñanza es imprescindible tener ilusión. Especialmente al comienzo de cada curso uno debe creer que, como el personaje de la viñeta, va a ser capaz de vencer todas las resistencias y conseguir que los alumnos se involucren en el trabajo. Pero es difícil ilusionarse cuando entras el primer día de clase y ves las caras de los mismos alumnos que hace tan solo unos meses diste por imposibles. Voy a poner un ejemplo de esta misma semana. En 2º A, un grupo formado por buenos alumnos en el que han incluido dos repetidores para no saturar de sospechosos habituales los grupos con más necesidades. A uno de los repetidores lo conozco sólo de vista. Al otro, llamémosle José, lo padecí el año pasado en el Refuerzo de Matemáticas, mi peor experiencia como docente. No sé cuántas veces lo tuve que expulsar de clase. Unas pocas.
Este año, el primer día de clase, le suena el móvil. Lo mandé directamente a Jefatura. Eso no lo habría hecho nunca con un alumno desconocido. Es más, tengo alumnos en 1º ESO con una actitud desafiante y un comportamiento mucho peor que el de José. Ni los he expulsado, ni los he amonestado, ni siquiera les he puesto un negativo. ¿Por qué? Porque todavía estoy en la fase en que me hago la ilusión de que puedo ganármelos. Intento halagarlos, engañarlos, convencerlos... lo mismo que intenté con José el año pasado.
Está claro que ni José ni yo nos hacemos ilusión el uno al otro. Así sólo queda el camino de los partes y las expulsiones. Mejor le hubiera venido a José tener un profesor nuevo. Alguien que, al menos por unos días, mantuviera la ilusión de poder abrir esa caja fuerte. Y quién sabe, lo mismo tenía éxito. Al fin y al cabo, con estos alumnos, influye mucho la química personal (vease teoría de la personalidad).
En definitiva, que después de unos años dando grupos difíciles (horroroso el Refuerzo del año pasado), ya es hora de que vengan caras nuevas e ilusionadas a tomar el relevo.

¿Qué nombre le darán los psicólogos?

viernes, 12 de septiembre de 2014

MAT2

Cuando llegué a mi actual centro de trabajo me asignaron el código MAT6 en el programa de asignación de grupos y horarios. El código tiene un significado muy evidente: de los siete profesores que formábamos el departamento de Matemáticas yo era el sexto en la escala jerárquica. Y aunque el ambiente entre los compañeros es bueno y se intenta llegar a acuerdos razonables en el reparto de grupos, es evidente que los mejores trozos del pastel se lo llevan los pesos pesados.

Han pasado sólo cuatro años y ahora soy MAT2, en la práctica el primero de la lista porque MAT1 se jubila dentro de dos meses y ha renunciado a cualquier preferencia. Como en una novela de Agatha Christie, los profesores que me precedían han ido desapareciendo del mapa hasta dejarme solo con la herencia. Nada dramático, afortunadamente. No hay sospechosos ni culpables. El movimiento se ha debido a las jubilaciones (dos) y a los traslados a destinos más apetecibles (tres). Este año, como los anteriores, hemos llegado rápidamente a un acuerdo razonable. Pero claro, no es lo mismo llegar a un acuerdo razonable desde la posición de MAT6 que desde la posición de MAT1. Casi me siento culpable de los buenos grupos que me han tocado. A saber:

  • Matemáticas II y Proyecto integrado en 2º Bachillerato científico. 5 horas. 18 alumnos y conozco a casi todos. A cuatro de ellos les vengo dando clase ininterrumpidamente desde 2º ESO.
  • Matemáticas B en 4º ESO. 4 horas. 17 alumnos. No los conozco pero es el tercer año consecutivo que imparto esta asignatura, con lo que significa eso en cuanto a trabajo hecho. Además en este centro los alumnos que eligen esta asignatura son muy buenos. La mayoría se decide por Matemáticas A (las fáciles, como ellos dicen).
  • Matemáticas en 2º ESO A. 19 alumnos. 4 horas. No les di clase el año pasado pero alguna vez que entré en su aula para hacer guardia me causaron una gran impresión. En las guardias con profesores desconocidos es cuando los alumnos se portan peor. Así que los grupos que superan esa prueba es que deben ser buenos de verdad. Pregunté, confirmé mis impresiones y me apunté el grupo para pedírmelo este año.
  • Matemáticas en 1º ESO. 15 alumnos. 4 horas. Son pocos porque es un desdoble y yo me quedo con el grupo con más dificultades. Son alumnos que obtuvieron suficiente o menos en la nota de Matemáticas en 6º de primaria. A priori es el grupo que más trabajo me va a requerir.
Y lo mejor no son los grupos que me han tocado sino los grupos que no me han tocado. Este año ni refuerzo, ni PCPI, ni ámbitos, ni... A disfrutar, que el año que viene... habrá que volver a negociar.

Salir de la tele

Decíamos ayer que la televisión deforma la realidad. Al menos esa es mi experiencia. Pero a veces he tenido la sensación de que la realidad imita a la tele, que alguna situación o persona parece salida de una teleserie. Esta sensación se hizo crónica durante las semanas que pasamos en Nueva York. Sonia decía que no tenía mérito rodar una película en esa ciudad. Bastaba sacar la cámara a la calle y ya tienes película. La noche que vimos a James Gandolfini salir de un teatro en Broadway fue la culminación de ese sueño irreal. Tony Soprano en persona. Ahí mismo, delante de nuestras narices. Sonia se reía de mi excitación infantil. Pero es como si de niño me hubiera podido encontrar a Sherlock Holmes por las calles. No alguien disfrazado de Sherlock Holmes sino al auténtico inquilino de Baker Street. Mi mente adulta sabía que esa persona era un actor como la copa de un pino, pero en mi fuero interno no podía dejar de creer que me había cruzado con un conocido mafioso de Nueva Jersey.

Otro ejemplo. La típica secuencia en la que tropecientos coches de policía persiguen a un sospechoso. Americanada de película. Eso creía yo. Hasta que fuimos a Nueva York y presenciamos caravanas de patrullas moviéndose a todo trapo por las avenidas infinitas. O cuando entramos en los juzgados y presenciamos dos juicios, uno con jurado y otro sin jurado. En el segundo sólo estaba el juez, la taquígrafa, los litigantes y sus abogados. Todo muy informal. Vamos, como la vieja serie Juzgado de guardia.

Quién sabe. Es posible que las series americanas sí reflejen la realidad de allí. Al menos eso piensa Ben Jaffe, el director de la Preservation Hall Jazz Band, que se ve perfectamente reflejado en una de las series favoritas de Sonia y mía, Treme. Según Jaffe, el creador de la serie “ ha logrado retratar el alma de una ciudad traumatizada por el Katrina. Y la realidad de los músicos locales. Yo veía algunos capítulos y me decía: ‘Este tipo ha estado leyendo mi diario’. Sin embargo, ¡yo no presto mi diario a nadie!”.


Pero fijaos en la foto de la Preservation Hall Jazz Band. No digáis que no parecen sacados de una serie americana. De hecho lo están. Aparecen tocando en uno de los capítulos de Treme. Si el saxofonista de la derecha saliera en una de Scorcese no nos extrañaría nada. En todo caso pensaríamos que el bueno de Martin se había pasado con la gomina.

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miércoles, 10 de septiembre de 2014

Salir en la tele

Mi relación con la televisión es unidireccional. Yo veo la tele pero la tele no me ve a mí. Nunca he salido en ella y muy pocas veces se ha ocupado de algún aspecto de mi ámbito real. Y cuando lo ha hecho el resultado no ha podido ser más decepcionante. La televisión simplifica y deforma la realidad hasta tal punto que la hace irreconocible. Hablo de programas presuntamente serios como Comando actualidad o Línea 900, las cotas de surrealismo que alcanzan los noticieros y demás géneros televisivos es de traca.

Uno podría pensar que las retransmisiones de eventos son más difíciles de deformar. Se retransmite todo el evento y el espectador ve lo que hay. Pues tampoco. Tras ver en Granada los cinco partidos de la fase de grupo del mundial de baloncesto, el partido que vi por la tele contra Senegal me pareció una mala copia. Una mala traducción de un libro escaneado. Un sustitutivo degenerado de la realidad.

Ayer por la noche pusimos la tele mientras Pedro se dormía y nos encontramos con la agradable sorpresa de que la 2 emitía el concierto de la Preservation Hall Jazz Band en San Javier. Uno de los mejores conciertos que hemos presenciado este verano, pródigo en buenos conciertos. Se puede disfrutar en rtve a la carta. Tras la alegría inicial por dar con algo potable a esas horas y rememorar una noche inolvidable, empezaron las comparaciones. ¡Qué oscuro sale todo! Se escucha regular, ¿no? ¿No te parece que los músicos parecen distintos? En este caso hablábamos con conocimiento de causa porque en ese concierto bajamos hasta el escenario y teníamos a los músicos a tres o cuatro metros de distancia, no más. Tuvimos tiempo de sobra para fijarnos en sus caras, que recordábamos ligeramente diferentes a los primeros planos que mostraba la televisión. Al final se produjo el deseo infantil de Héctor. Llevaba toda la semana diciendo que me veía por la tele en los partidos de baloncesto y resulta que sí, que he salido por la tele, pero ha sido en el concierto de San Javier. Se me ve de espaldas, con la camiseta verde de Peace and Music que compré en NY, cuando el trombón se tumba en el suelo delante nuestra. A ver si es verdad que tenemos un brujito.

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miércoles, 3 de septiembre de 2014

Septiembre repentino

El calendario no engaña y hace días que anunciaba el arranque del curso, o más bien el finiquito del curso anterior que eso son los exámenes de septiembre. Pero entre las minivacaciones granadinas y el calor sahariano, he vuelto al trabajo como si me hubieran arrancado de la cama a principios de agosto y de repente me encontrase en el instituto sin saber qué hago allí. Me acosté el lunes a las 2.30 de la madrugada tras ver el partidazo contra Brasil y menos de seis horas después ya estaba en el salón de actos repartiendo los exámenes. Un cambio demasiado brusco para que la mente lo asimile.

Por la tarde tocaba corregir. Estos son los resultados de 1º del Bachillerato Científico. Se han presentado nueve alumnos, de los cuales han aprobado.... ninguno. Cero de nueve. Lo mejor es que no he tenido que comerme la cabeza. Los suspensos son tan rotundos que no dejan lugar a la duda: 1.4; 2.1; 1.1; 1.6; 1.8; 1.9; 0.6; 2.3 y 3.5. (este último caso me habría supuesto un quebradero si el suspenso implicase repetición de curso, pero no es así). La puntuación es sobre diez, por si alguien se lo pregunta. Visto así, cualquiera diría que soy un carnicero, uno de esos profesores legendarios que se regodea con las dificultades que ponen a los alumnos. Lo cierto que es un resultado llamativo pero completamente natural. Analizando caso por caso la trayectoria de todo el curso, lo sorprendente es que hubieran aprobado. Si juegas nueve veces a la lotería y no obtienes ningún premio no te extraña. Pues esto es lo mismo.

Cuando la LOGSE acabó con los exámenes de septiembre la medida me pareció errónea e incomprensible. ¿Qué sentido había en negar una oportunidad a los alumnos para que pudieran recuperar en verano las asignaturas suspensas? En esa época no sospechaba que terminaría dedicándome a la enseñanza. Ahora lo veo de otra manera. ¿Qué alumno va a conseguir en dos meses por sí solo los objetivos que no ha sido capaz de conseguir en  nueve meses de trabajo, asistiendo a clase y con la ayuda del profesor? La experiencia me dice que muy pocos. En todo caso, sólo aquellos que le quedan una o dos asignaturas para septiembre. Lo habitual es que los alumnos en septiembre obtengan un resultado aún peor que en junio. Además, los exámenes de septiembre impiden planificar con tiempo el curso entrante. Estos días, en lugar de examinar, corregir, evaluar y atender dudas y reclamaciones, deberíamos dedicarlos a repartir los grupos, a coordinar los nuevos equipos educativos, etc. Todo esto con la lista de alumnos cerrada desde junio.

Dentro de un rato viene a recogerme un amigo para ir a Granada a ver el partido España-Francia. Viene con su hijo, que estudia 2º ESO y le han quedado siete para septiembre. El chaval se ha perdido los primeros partidos porque tenía que dar el último repaso y examinarse. Durante todo el verano ha tenido un horario de estudio intensivo supervisado por los padres. Sólo descansaba los domingos. Una pesadilla para el chaval y para su familia. Esta tarde a las 9 publican los resultados. A esa hora ya estaremos en el pabellón. En fin, esperemos que salga el boleto ganador.

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lunes, 1 de septiembre de 2014

Fan Zone

La Fan Zone es un espacio que se habilita en las ciudades donde se celebran grandes eventos deportivos para que los aficionados entretengan el tiempo hasta la hora del partido. Supongo que en su origen pretendía evitar altercados callejeros. Es conocida la mala fama (en su momento merecida) que tienen los hinchas viajeros. Cuatro mil hooligans vienen al partido. Horror, van a destrozar la ciudad. Mejor los encerramos. En la cárcel? No, hombre, no seas bestia. Montemos un chiringuito que reparta caramelos y sortee piruletas y verás cómo se quedan encantados. Si son como niños. Y cómo llamamos al chiringuito? Fan Zone, que parezca que el fan es el rey del evento y no el pagano.

Tenía ganas de visitar la Fan Zone que han puesto en el Paseo del Salón con motivo del Mundobasket. En un periódico local leí que abría de 12pm a 12am. Llegué temprano para evitar aglomeraciones y calor. No sabía qué esperar y eso azuzaba mi curiosidad. Lo que encontré fueron unos pocos stands montados por los patrocinadores del campeonato. Publicidad y nada más. Al pasar junto al stand de una marca de coches de alta gama vi como un aficionado se llevaba de premio un coche en miniatura. Qué buen regalo para Héctor. Para conseguirlo había que encestar dos canastas. La primera canasta estaba sobre el techo abierto de un coche de la marca. La línea de tiro se situaba a un metro del morro del coche. Parecía un tiro fácil. La segunda canasta estaba situada a unos metros detrás del coche a una altura superior a la reglamentaria. Cada participante disponía de dos intentos para la canasta fácil y, en caso de tener éxito, sólo un intento para la difícil.

La cola estaba formada por una decena de personas, así que decidí intentarlo. Mientras esperaba mi turno observé como una azafata provista de una tablet hacía preguntas a los varones adultos que estaban delante de mí. Así que ese es el truco, pensé. Te retienen unos minutos en la cola para venderte el coche. Qué pereza. Tuve el impulso de marcharme pero me retuvo la ilusión de conseguir el coche para Héctor. Y de repente me sentí el protagonista de una tira cómica. En concreto de esta. La azafata pasó de mí y se dirigió al siguiente adulto que estaba a mis espaldas. Qué pasa? Es que no tengo pinta de poder comprarme un coche XXX?

Encesté la canasta fácil (al segundo intento) y fallé la difícil. Mosqueado y sin premio continué mi paseo por la Fan Zone. No vi nada interesante. Ya me marchaba cuando un locutor gritón llamó mi atención. Anunciaba el comienzo del primer concurso del día. El primero que enceste se lleva un balón oficial del Mundial, para el segundo hay una camiseta, también oficial.


La línea de tiro estaba a unos 10 metros de una canasta que parecía reglamentaria. Difícil, pero no imposible. Muchas veces he jugado a encestar desde el medio del campo y siempre metía alguna. Todavía no se ha formado la cola, así que me pongo de los primeros para intentarlo. Tiro fatal. No hay espacio para coger carrerilla y salto incómodo con las sandalias. Además el cuerpo, sin calentamiento ni entrenamiento, no responde. Me pongo otra vez a la cola, que ha aumentado pero sigue siendo corta. Disimuladamente doy saltitos y hago estiramientos para desentumecer músculos y articulaciones.

A pesar de que somos pocos participantes dura una eternidad la espera. El locutor interrumpe cada dos por tres la prueba para animar a los espectadores a hacer la ola, presentar a las mascotas del Mundial, para... Yo lo que quiero es tirar a canasta y que me dejen de tonterías. Al fin me toca de nuevo. El lanzamiento no es malo, pero fallo. La cola se ha cuadruplicado. Cada vez hay más gente y hace más calor. El sol pega de lleno. Me largo. Ya sé qué es una Fan Zone.